lunes, 10 de septiembre de 2012

Decisiones con Consecuencias

Al atleta y campeón Eric Liddle no le resultó difícil rehusarse a correr un domingo en los Juegos Olímpicos de 1924 porque creía fervientemente que el día del Señor era para adorar y descansar.



Un dilema más profundo se le había presentado un año antes cuando le pidieron que le hablara de su fe en Cristo a un grupo de trabajadores de una mina de carbón. Liddle declara en cuanto a su lucha: «Toda mi vida me había mantenido alejado de las actividades en público, pero ahora el Señor parecía estar guiándome en la dirección contraria, y me acobardaba pasar al frente para hablar. En esta ocasión, decidí dejar todo en manos de Cristo. Después de todo, Él me había llamado a hacerlo, así que, me proveería toda la fortaleza necesaria. Cuando me dispuse a obedecer, se me concedió el poder para hacerlo».



El día después de aceptar hablar públicamente de su fe, Eric recibió una carta de su hermana Jenny, que estaba en China. Ella la había escrito unas semanas antes, y terminaba con el siguiente versículo de las Escrituras: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41:10).



Todo llamado de Dios es una oportunidad para que digamos que sí y para que confiemos en su fuerza y no en la nuestra.