viernes, 22 de abril de 2011

Siendo Rey murió por mí



“el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:6-8


En estos días que la humanidad sensibiliza un poco su corazón para volver sus ojos a Dios no podemos desaprovechar la oportunidad de proclamar a gran voz lo que Jesús hizo por todos nosotros.

¿Quiénes éramos nosotros?, personas que vagábamos en este mundo sin un sentido de vida, creyendo ser felices, creyendo ser sabios, creyendo que no necesitábamos de Dios, pero realmente no podíamos dudar que existía dentro de nuestro corazón un vacio inmenso, que nada, ni nadie podía llenar, ni la felicidad momentánea, ni los placeres de la vida, pero cuando nos encontramos con Dios, nos dimos cuenta que el llenaba exactamente la figura de ese vacío que existían en nuestra vida.

Antes, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, andábamos en las corrientes de este mundo, dejados llevar por doquier, más un día todo cambio, un día nuestra mente comprendió el amor que Dios nos tenia, nuestro corazón se sensibilizo e invitamos a Jesús a entrar a nuestro corazón y le pedimos que perdonara nuestros pecados.

Y es que ahora nosotros podemos gozar de una vida nueva, esa vida que solo Jesús puede dar y una vida abundante, eterna y que se pago a precio de sangre, esa sangre derramada por el unigénito Hijo de Dios, quien viniendo a este mundo en forma de hombre, no escatimo a ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que en obediencia a su Padre y por amor a nosotros entrego su vida para que nosotros hoy en día podamos ser participes de una hermosa Salvación.
Siendo Rey murió por nosotros, siendo perfecto, sin pecado, siendo tentado en todo, mas no peco, al contrario vino a darnos cátedra de cómo vivir una vida santa delante de Dios. No merecía la muerte que se le dio, no merecía sufrir por nosotros, nunca se lo pedimos que lo hiciera, pero nuestra vida a pesar de no pedirlo, necesitaba que ese sacrificio fuera hecho, para poder encontrar una vida eterna.

Siendo Rey sufrió, fue humillado, maltratado, burlado, mas no abrió su boca y no dijo nada, cargo un cruz pesada para su muerte, una muerte de criminal, y El siendo tan perfecto, murió como uno de los mas imperfectos, llevando allí en esa cruz y crucificando allí mismo cada uno de nuestros pecados. Ese Rey exclamo: “Consumado es”, habiendo dado por terminado su trabajo en la cruz.

Siendo Rey no merecía morir, menos por esclavos, si, esclavos del pecado, más sin embargo lo hizo porque El no nos veía como éramos, sino como íbamos a llegar a ser, cuando El comenzara el proceso de transformación en nuestra vida.

Al tercer día ese Rey de reyes resucito, venciendo a la muerte y otorgándonos el privilegio a nosotros también de poder vencer a la muerte eterna a través de una vida eterna que El nos ofrece.

Siendo Rey estuvo dispuesto a morir por ti, ahora la pregunta que deberíamos de hacernos cada uno de nosotros es: ¿Qué estoy dispuesto a hacer yo por El?

En estos días y cada día del año debemos tener presente que el sacrificio de Cristo por nosotros fue el acto más bello que ha existido y juntamente con esa acción, hoy podemos obtener una ciudadanía celestial a través de Jesús, ¿Cómo?, dejando que El entre a nuestro corazón y gobierne nuestra vida.

La Biblia lo dice de esta manera:

“Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará”.
Romanos 10:9-10 (Traducción en lenguaje actual)


Siendo Rey murió por mí, ¿Estaría yo dispuesto a morir por El?

martes, 19 de abril de 2011

¡Gózate en este Día!




Este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él. —Salmos 118:24


El día amanece claro resplandeciente con un cielo despejado. El sol ahuyenta el frío de la mañana y sus rayos agradable nos calientan suavemente, creando una sensación de regocijo. Las aves cantan; el ganado pace tranquilamente en las praderas; los niños juegan en la suave hierba verde en medio de los árboles mientras una suave brisa susurra en lo alto de una bóveda frondosa. De algún modo, nuestro versículo clave parece la cita perfecta en un día así. “¡Maravilloso!” exclamamos.

Luego llega el día en que ni un solo rayo del sol traspasa las espesas nubes que cubren las montañas y el valle. Una lluvia fría cae durante casi todo el día y la tarde parece más bien la noche. Una sensación de tristeza llena la atmósfera. De algún modo, ahora , nuestro versículo no parece coincidir con este día. Sin embargo, ¡miremos el asunto más de cerca!

El salmista dice que el Señor es su fortaleza y su canto, y que él se ha convertido en su salvación. Él dice que la puerta de Jehová está abierta para los justos. Habla del día en que la piedra desechada vino a ser cabeza del ángulo. ¡Sí, gózate en este día! Fue un maravilloso día de salvación cuando las puertas se abrieron de par en par para “el que quiera”. Los que estaban asentados en tinieblas vieron una gran luz y a los ciegos les fue devuelta la vista. Sí, ¡alabado sea Dios por su don inefable de la salvación que nos libra de la culpa y la condenación! Alabadle a él porque su gracia es suficiente para nosotros pobres mortales imperfectos.

¡Sí, gózate en este día! Sólo así tendremos razón para regocijarnos todos los días, haya sol o haya sombra.

La presencia de Dios puede transformar las prisiones en palacios.

Recuerda que este es el día que el Señor ha hecho; regocijémonos y alegrémonos en él.

martes, 5 de abril de 2011

Señor, Hazme Televisor por un Día


Señor, no quiero pedirte nada especial ni inalcanzable, como ocurre con otros niños que se dirigen a ti cada noche.


Tú eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra, hoy quiero pedirte un gran favor, sin que se enteren mis padres.


Transfórmame en un televisor, para que mis padres me cuiden como cuidan al televisor, para que me miren con el mismo interés con que mi madre mira su telenovela preferida, o mi padre su programa deportivo favorito.


Quiero hablar como ciertos animadores que cuando lo hacen, toda mi familia se callan para escucharlos con atención y sin interrumpirlos.


Quiero ver a mi madre suspirar frente a mí como lo hace cuando mira un desfile de modas, o poder hacer reír a mi padre como lo logran ciertos programas humorísticos, o simplemente que me crean cuando les cuento mis fantasías sin necesidad de decir ¡es cierto! yo lo escuche en la tele.


Quiero representar al televisor para ser el rey de la casa, el centro de atención que ocupa el mejor lugar para que todas las miradas se dirijan a mí.


Quiero sentir sobre mí la preocupación que experimentan mis padres cuando el televisor comienza a fallar y rápidamente llaman al técnico.


Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres, el héroe favorito, el que más influya en sus vidas, el que recuerde que soy su hijo y el que ojalá les mostrara más paz que violencia.


¡¡Señor, por favor déjame ser televisor aunque sea por un día!!



¡Que Dios les bendiga!