¡Cuando siento que me han tratado injustamente, puedo idear cien razones para no perdonar! “Tiene que aprender una lección”. “Dejaré que sufra por un rato; le hará bien”. “No me corresponde a mí dar el primer paso”… Cuando finalmente me ablando hasta el punto de conceder el perdón, parece que hubiera dado un salto de la lógica dura, a la sensiblería.
Un factor que me motiva a perdonar es que, como cristiano, se me ordena hacerlo, ya que soy el hijo de un Padre que perdona. Jesús dijo:”Perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” Marcos 11:25.
Pero más allá de eso, puedo identificar tres razones:
Primero, el perdón detiene el ciclo de la culpa y el dolor, rompiendo la cadena de la falta de gracia. Sin perdonar, permanecemos atados a las personas que no hemos perdonado, como en un círculo vicioso.
Segundo, el perdón aminora el dominio de la culpabilidad en el que cometió la falta. Permite la posibilidad de transformación en la parte culpable, aun cuando todavía se requiere un castigo justo.
Tercero, el perdón crea una conexión extraordinaria, colocando al perdonador del mismo lado que la parte que hizo el mal. No somos tan diferentes del malhechor como nos gustaría pensar, por cuanto también nosotros debemos pedirle a nuestro Padre celestial, “… perdónanos nuestras deudas” Mateo 6:12.
Quien no puede perdonar a los demás quema el puente sobre el cual el mismo deberá pasar. Herbert
"Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" Mateo 6:12
lunes, 27 de agosto de 2012
lunes, 20 de agosto de 2012
Haz caído de nuevo
¿Sabes?, crees que eres caso perdido, pues lo volviste a hacer, si, aquello que dijiste que no volverías a hacer o aquello que hasta hoy creíste que lo tenias controlado, pero te diste cuenta que no.
Te sientes mal, muy mal, hay un sentimiento de inconformidad en tu vida, quisieras regresar el tiempo para no hacerlo, y es que el hecho de haberlo hecho te ha entristecido.
No tienes ni el valor de levantar tu rostro al cielo, y es que si pudieras esconderte de Dios lo harías, pero sabes que no lo puedes hacer y que Él fue el primero en enterarse de tu falla.
¡Vaya!, como duele fallar, ¿No?, de haber sabido el dolor que esto te iba a causar o la frustración que ahora te gobierna, seguramente no lo hubieras hecho, sin embargo lo hiciste.En momentos como esos no hay palabras para tratar de defender lo indefendible, nadie te obligo, simplemente lo hiciste dejado llevar por una emoción del momento o una decisión impulsada por sentimientos y no por la razón.
Y es que cuando esto pasa, te siente tan mal contigo mismo y sientes que defraudaste a Dios, y en casos extremos decides mejor alejar de Él en lugar de seguirle fallando.
Pero, ¿Qué piensa Dios de todo esto?, si, lo digo porque tú ya te hiciste un auto juicio, ya te condenaste tú mismo, ya te hiciste ciertos conceptos que crees que Dios ha de tener de ti, pero, ¿Qué pensara Dios realmente?, ¿Será que Dios tiene los mismos conceptos de ti que los que tú te auto colocas?
Wow, menos mal Dios NO piensa como nosotros, y no maneja los mismos conceptos de nosotros, como los que nosotros mismos manejamos.
Yo me imagino a Dios viéndonos cuando fallamos, observando lo triste que nos ponemos, lo duro que a veces somos con nosotros mismos, mirando cómo se nos cae la cara de vergüenza, de cómo preferimos alejarnos de Él en lugar de ir nuevamente a pedirle perdón.
Y es que lo que hiciste estuvo mal, pero sin embargo Dios quiere restaurar tu vida, Dios no te va a desechar como una toalla desechable, tu no eres un objeto para desechar, tu eres su hijo, su hija, y eso no cambiara, por esa razón como cual Padre amoroso te buscara, y si estas en el suelo te levantara, te sacudirá el polvo y te regalara un abrazo y una sonrisa que te transmitirá todo el ánimo que necesitas para no darte por vencido.
La Biblia dice: “Yo los quiero a ustedes como a hijos. Por eso les escribo esta carta, para que no pequen. Pero si alguno peca, Jesucristo es justo y nos defiende ante Dios el Padre.” 1 Juan 2:1 (Traducción en lenguaje actual).
Si tu eres padre de familia, sabes lo que un hijo significa para nosotros, sabes que cuando esta comenzando a caminar o aun cuando lleve algunos años de hacerlo, tropezara, se caerá, se hará heridas quizá, pero cada vez que cae en tu presencia, vas rápidamente a donde el, lo ayudas a levantarse, lo sacudes, lo abrazas, le dices que no se preocupe, que siga caminando, que lo siga intentando, y tu hijo va y camina y aprender a hacerlo tan bien que los tropiezos disminuirán en gran manera.
Tu Padre es Dios, y tu eres su hijo o hija, Él estará presente en cada momento de tu vida, seguramente tropezaras muchas veces, seguramente las caídas te dolerán y muchas de ellas serán consecuencias de tus descuidos o malas decisiones, sin embargo Dios no está allí para sacarte en cara tus errores, ese no es su trabajo, Él está allí para ir tras de ti a levantarte rápidamente, a sacudirte todo el polvo que tus vestiduras tienen a consecuencia de la caída, luego de sacudirte te mira a los ojos y aunque estés avergonzado de haber tropezado y no quieras levantar tu rostro, Él levantara tu barbilla y te dirá: “Tu eres mío, ¿De qué te avergüenzas?”, luego te abrazara y te transmitirá tanta seguridad que tus ojos se inundaran de lagrimas, esas lagrimas que solo reflejan lo sorprendido que estas que lejos de juzgarte, simplemente te da su amor y te da ánimo para que sigas caminando.
Hoy quiero que sepas que Dios no te juzga, que Él no está defraudado de ti, tú eres su hija o su hijo, Él te ama mejor de lo que un padre humano puede llegar a amar a su hijo, lo único que el puede transmitirte es amor, es comprensión y aunque muchas veces crees que no eres digno de ser su hijo o hija, no significa que no lo seas, Él no piensa lo mismo que tu, si Él un día te busco, te llamo, te perdono y te está transformando, no fue para luego desecharte, ¡No! Su voluntad es terminar la obra que comenzó en tu vida, por eso, no te alejes de Él, no te creas inmerecedor de su amor, ninguno merecemos nada de Él y Él no nos ama por méritos que hayamos hecho, sino porque su GRACIA y MISERICORDIA es así de pura y maravillosa.
¡Vamos! Ríndete hoy delante de Dios, reconoce tu error, y si quieres llorar en su presencia ¡Hazlo!, porque estoy seguro que Él te abrazara y te hará sentir todo el amor tan inmenso y precioso que tiene para ti. Simplemente permite que Él te ayude a levantarte, deja que Él te tome de la mano y sea quien te guie en la vida.
Pueda que fallaste nuevamente, pero ¿Sabes?, Dios te ama tanto que no se ha olvidado de ti y hoy simplemente quiere que sepas que Él no ha terminado contigo, por eso: ¡Levántate y Camina! Porque Él sabe que la próxima vez serás mas fuerte al haber experimentado de su perdón y su amor.
¡Recibe hoy su perdón y su amor incomparable!
“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”. Oseas 14:4
lunes, 13 de agosto de 2012
La encuesta
Jesús y sus discípulos salieron hacia las aldeas de Cesárea de
Filipo. En el camino les preguntó: — ¿Quién dice la gente que soy yo?
—Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de
los profetas —contestaron. —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? —Tú eres
el Cristo —afirmó Pedro. Jesús les ordenó que no hablaran a nadie
acerca de él. Marcos 8:27-30
¿Cómo van las encuestas? Unos dicen que eres un profeta, otros opinan que eres Juan Bautista resucitado, otros dicen que eres Elías que ha regresado del cielo, otros dicen que eres un gran maestro, otros dicen que eres un iluminado, otros dicen que un buen hombre, otros dicen que eres un gran sabio.
El Maestro los mira y les lanza otra pregunta ¿Y ustedes que creen? Los discípulos empiezan a mirarse unos a otros, pero ninguno se anima a hablar. Hace unos segundos todos opinaban. Es fácil hablar de los demás, es sencillo decir lo que otros piensan. Pero cuando uno es confrontado no hay escapatoria.
No se trata de un problema de identidad, Jesús no está dudando de su misión, como cuando alguien pregunta ¿Verdad que juego bien? ¿Verdad que canto bonito?
Jesús sabe perfectamente quien es, no tiene duda alguna. La pregunta no es para satisfacer alguna necesidad en él mismo, no le interesan las “encuestas”, ni la opinión pública, la identidad del Maestro no es un asunto de democracia, Jesús sabe quien es.
La pregunta tampoco es para saber quién es el que realmente lo conoce, Jesús es consiente de quien lo seguirá hasta el fin y quien lo negará.
Se trata más bien de una pregunta que nos enfrenta con nuestra identidad, ¿con quién te identificas? ¿Con Juan al bautista? ¿Con Elías? ¿Con Paulo Coehlo? ¿Con Daila lama? ¿Con el Papa? ¿Con Cristo?
Hay muchos “cristianos” que siguen a Jesús, pero ante la pregunta ¿Quién dices que soy yo? Dejan ver su pobre relación con el Señor. Hay quien lo ve como un Juez rígido, están los que lo identifican con el legalismo, hay quienes lo comparan sólo con los milagros o dones, otros con superficiales filosofías, hay quien lo ve como un iluminado más, están los que lo ve como un genio en su lámpara listo para obedecer sus decretos, están los que lo ven tan bueno que nunca mandaría a alguien al infierno.
Pedro dijo: El Cristo. Según el Evangelio de Mateo añadió: El hijo del Dios viviente. Eso identificó, a Pedro, toda su vida. Hasta el grado de dar su vida por Él.
¿Según tu quién es Jesús?
¿Cómo van las encuestas? Unos dicen que eres un profeta, otros opinan que eres Juan Bautista resucitado, otros dicen que eres Elías que ha regresado del cielo, otros dicen que eres un gran maestro, otros dicen que eres un iluminado, otros dicen que un buen hombre, otros dicen que eres un gran sabio.
El Maestro los mira y les lanza otra pregunta ¿Y ustedes que creen? Los discípulos empiezan a mirarse unos a otros, pero ninguno se anima a hablar. Hace unos segundos todos opinaban. Es fácil hablar de los demás, es sencillo decir lo que otros piensan. Pero cuando uno es confrontado no hay escapatoria.
No se trata de un problema de identidad, Jesús no está dudando de su misión, como cuando alguien pregunta ¿Verdad que juego bien? ¿Verdad que canto bonito?
Jesús sabe perfectamente quien es, no tiene duda alguna. La pregunta no es para satisfacer alguna necesidad en él mismo, no le interesan las “encuestas”, ni la opinión pública, la identidad del Maestro no es un asunto de democracia, Jesús sabe quien es.
La pregunta tampoco es para saber quién es el que realmente lo conoce, Jesús es consiente de quien lo seguirá hasta el fin y quien lo negará.
Se trata más bien de una pregunta que nos enfrenta con nuestra identidad, ¿con quién te identificas? ¿Con Juan al bautista? ¿Con Elías? ¿Con Paulo Coehlo? ¿Con Daila lama? ¿Con el Papa? ¿Con Cristo?
Hay muchos “cristianos” que siguen a Jesús, pero ante la pregunta ¿Quién dices que soy yo? Dejan ver su pobre relación con el Señor. Hay quien lo ve como un Juez rígido, están los que lo identifican con el legalismo, hay quienes lo comparan sólo con los milagros o dones, otros con superficiales filosofías, hay quien lo ve como un iluminado más, están los que lo ve como un genio en su lámpara listo para obedecer sus decretos, están los que lo ven tan bueno que nunca mandaría a alguien al infierno.
Pedro dijo: El Cristo. Según el Evangelio de Mateo añadió: El hijo del Dios viviente. Eso identificó, a Pedro, toda su vida. Hasta el grado de dar su vida por Él.
¿Según tu quién es Jesús?
martes, 7 de agosto de 2012
Una fe pequeña en Dios
Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará…. Mateo 17:20.
Fe: todos deseamos tener más, especialmente cuando tenemos problemas gigantescos. Sin embargo, la mayoría de nosotros practicamos mucho la fe. Nos sentamos en sillas sin probarlas antes; usamos hornos sin analizar cómo funcionan, entramos llaves en las puertas y esperamos que abran. No solemos ir por ahí quejándonos y diciendo: “¡Cómo me gustaría tener más fe en las sillas, los hornos y las llaves!” Dependemos de estos objetos porque los consideramos confiables, no porque hayamos desarrollado grandes sentimientos de confianza.
Jesús no dijo a sus discípulos: “Tened más fe en Dios.” Sencillamente dijo: “Tened fe en Dios” (Mr. 11:22).
Usted puede tener una fe tremenda en una delgada capa de hielo y ahogarse…. Y podría tener muy poca fe en una capa de hielo muy gruesa y estar perfectamente a salvo.”
Muchos cristianos tienen fe en su fe y no fe en Dios. Cuando pasan por pruebas agonizan para alcanzar una fe gigantesca. Pero Jesús enseñó que una fe del tamaño de un grano de mostaza es suficiente, si se siembra en el terreno de la grandeza de Dios.
¿Cuál es tu montaña hoy? Tan pronto siembres tu grano de mostaza de fe en Dios, tu montaña se convertirá en Su responsabilidad y podrás descansar en Su fidelidad.
Ten fe en Dios, no fe en la fe.
Fe: todos deseamos tener más, especialmente cuando tenemos problemas gigantescos. Sin embargo, la mayoría de nosotros practicamos mucho la fe. Nos sentamos en sillas sin probarlas antes; usamos hornos sin analizar cómo funcionan, entramos llaves en las puertas y esperamos que abran. No solemos ir por ahí quejándonos y diciendo: “¡Cómo me gustaría tener más fe en las sillas, los hornos y las llaves!” Dependemos de estos objetos porque los consideramos confiables, no porque hayamos desarrollado grandes sentimientos de confianza.
Jesús no dijo a sus discípulos: “Tened más fe en Dios.” Sencillamente dijo: “Tened fe en Dios” (Mr. 11:22).
Usted puede tener una fe tremenda en una delgada capa de hielo y ahogarse…. Y podría tener muy poca fe en una capa de hielo muy gruesa y estar perfectamente a salvo.”
Muchos cristianos tienen fe en su fe y no fe en Dios. Cuando pasan por pruebas agonizan para alcanzar una fe gigantesca. Pero Jesús enseñó que una fe del tamaño de un grano de mostaza es suficiente, si se siembra en el terreno de la grandeza de Dios.
¿Cuál es tu montaña hoy? Tan pronto siembres tu grano de mostaza de fe en Dios, tu montaña se convertirá en Su responsabilidad y podrás descansar en Su fidelidad.
Ten fe en Dios, no fe en la fe.
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